Ecología de Sistemas Humanos

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ECOLOGIA INFANTIL Y MADURACION HUMANA

Un análisis desde la orgonterapia post–reichiana

Maite Sánchez Pinuaga y Xavier Serrano Hortelano

   

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CAPÍTULO IV

“LA MATERNIDAD”

 

En un taller de M. S. Pinuaga realizado en un congreso de sexología, donde se trabajó sobre este tema, se aglutinaron las opiniones alrededor de dos posiciones concretas:

A) Defensa de la igualdad hombre–mujer, que miraban con cierto recelo a priori, cualquier noción de "función biológica básica de la maternidad", apostando por una crianza idénticamente compartida y experimentada del hombre y la mujer, y claro, por la lucha de la mujer social en contra de la mujer biológica.

B) Aquellas que vivían lo emocionante de la maternidad y que su femineidad y su participación social eran igualmente valiosas y necesarias.

 

Faltaría, otro gran grupo de la población femenina que no estuvo representando aquí (puesto que la asistencia fue de personas con un nivel cultural medio y alto). Y es precisamente el de las jóvenes y adultas, mujeres, madres, pertenecientes a la gran masa, agobiada económicamente de nuestro país, entre las que somos conscientes de que hay una gran variedad de apreciaciones intuitivas y emociones en torno a este tema. Pero que viven, esencialmente dominadas (en su ignorancia y su inseguridad) por el sistema, sin pronunciarse personalmente en ninguna dirección que no sea la adaptación a lo establecido.

La discusión (que consideramos sumamente rica y valiosa, como también sincera y honesta por parte de las asistentes) fue desarrollándose en un clima en el que de manera relajada, fueron teniendo lugar tanto las aportaciones intelectuales–ideológicas acerca de la maternidad, como el sentir (expresado tanto verbal como corporal y gestualmente).

Nos parece importante destacar que, si bien la idea del taller incluía el abordaje de algunos otros aspectos del "SER MUJER", el encuentro de aquellas 22 mujeres que componíamos el total del grupo, se centró precisamente en el hecho de la maternidad, la crianza y su significación para la mujer, a nivel personal y social, ¿por qué?

Todo el tiempo del taller resultó escaso, escasísimo. La idea y desde luego, el sentimiento que tuvimos ya entonces fue que nos centrábamos en la maternidad porque necesitábamos hacerlo; las mujeres, han sido paulatinamente desprovistas de una parte del potencial humano, de su "SER MUJER". Su función de madre (diferente del "rol de madre" tan ideológicamente bien representado y que históricamente tanto ha sido usado como forma de poder compensatorio de la mujer) es vivida de manera diferente entre unas y otras, pero básicamente en todas, a veces sin saberlo, aparece ese elemento de descontento. En el segundo grupo que definíamos al principio, dicho descontento, venía más o menos formulado, echando de menos el que la maternidad pudiera ser vivida de modo placentero, hermoso y lleno de sentido, quizás como uno de los valores más altos en el desempeño de la vida de una mujer. En el primero, en cambio, se mostraba con incomodidad y desgana de salir de su posición defensiva de la "necesaria liberación de la mujer", basada en el desarraigo de su responsabilidad como madre y en pro del desenvolvimiento social y cultural (con el que lo veía enfrentado). La tesis, pues, era "La maternidad, sí, pero... por igual para el hombre". Paternidad y maternidad son ya vividas como dos funciones, necesarias ambas, compenetradas, abiertas la una a la otra.

Y dentro de este grupo, que llamaremos A, encontramos dos subgrupos:

A–1. –Las mujeres no madres, que fundamentalmente se expresaban de manera más o menos ideológica en relación al tema.

 A–2. –Las mujeres madres, que aún defendiendo la liberación de la mujer basada en la renuncia de la "carga de la maternidad", expresaban de modo apenas perceptible y muy posiblemente con escasa autopercepción, un cierto tono triste, de pérdida, tal vez de decepción, de injusticia hacia su propio potencial; en ocasiones de "cansancio–desesperanza–soledad en el intento", y como huida su actual reactividad hacia la función biológica–afectiva de su "ser madre".

 

En este último subgrupo, se intuía ese deseo, ese gusto de ser madre libre, amorosa, humana, entregada a dar (sin que ello vacíe, limite otras muchas potencialidades personales), segura y fuerte, que sólo un cambio socio–cultural puede posibilitar. Se vislumbraba el deseo, incluso ahí donde por necesidades variopintas, por miedos individuales (desde luego superables), muchas mujeres han tenido que recelar de la maternidad, que defenderse de ella, o incluso que combatirla.

Quien se incline por negar ese deseo profundo, aunque enterrado y aplastado a veces, de la mujer, en favor de su maternidad–maternalidad, que explique cómo es posible "envidiar" sin desear; pues en la frustración, la pena, la sensación de pérdida, la culpa, etc., incluso la ocultación o negación de dicho deseo y la necesidad de la función biológica de la maternidad para la salud del niño/a, iba siempre implícita una carga de envidia considerable hacia las mujeres que exponían contrariamente su opinión o su experiencia en favor de un embarazo–parto consciente, responsable y una crianza y lactancia materna, tierna, emotiva y vivida con entusiasmo y coraje.

El grado de receptividad que fue apareciendo en el desarrollo de aquel taller, los cambios en el tono de algunas intervenciones y preguntas, en relación a sus posiciones aprioristas de "defensa", el nivel aumentado de "contacto energético" que fue desvelándose, hablaba de cuanto queda por hacer en este sentido. Cuánta de la energía que ha depositado la mujer de los últimos tiempos en nutrir su narcisismo social, puede ser devuelta a recuperar también hoy su desempeño gozoso de la maternidad responsable que le confiere, en lugar de alienación, fuerza, valor, seguridad y potencia personal y social.

A propósito de todo este discurso, expondremos varias citas, extraídas de algunas de las lecturas a cerca de este tema. La autora Nancy Chodonow (1978), en su libro "El Ejercicio de la Maternidad", señala que las madres simbolizan la dependencia, la regresión, la pasividad y la falta de adaptación a la realidad. Así pues, continúa: "si nos apartamos de nuestra madre nos convertimos generalmente, según nuestros distintos caminos, en hombres y mujeres adultos".

Esta autora subraya que las madres sí tienen intereses aparte de los que las relacionan con sus hijos, pero afirma que "los comentaristas sociales, los legisladores y la mayoría de los clínicos, esperan que los intereses de las mujeres potencien su maternidad y esperan que las mujeres sólo deseen intereses que produzcan ese efecto". Esto nos parece una afirmación que puede conducir al error de incluir "toda reflexión favorecedora de la función maternal positivadora" en el mismo saco que las efectivamente propugnadoras del rol de madre, alienante, despreciado, devaluado socialmente, y a la vez moralmente impuesto.

Asimismo, esta autora mantiene, en lo que ella denomina "una contribución al esfuerzo feminista": "que la actual reproducción del ejercicio de la maternidad, sucede mediante procesos psicológicos inducidos estructural y socialmente.” Según ella afirma, no se trata de un producto de la biología.

Afirmaciones como esta: “La decisión sexual y familiar del trabajo, en la cual las mujeres ejercen la maternidad y se comprometen mucho más en las relaciones interpersonales y afectivas, produce en las hijas e hijos una decisión de las habilidades psicológicas que los lleva a reproducir esta división sexual y familiar del trabajo:” Da lugar, como algunas muchas, que se extraen de autoras feministas extremistas (reactivas desde nuestro punto de vista) a extraer la frase: "en la cual las mujeres ejercen la maternidad", y analizarla de forma reactiva, cargando sobre ella gran parte de la frustración en cuanto a la inferior representatividad social de la mujer (en relación al hombre), y como consecuencia, efectuando una evasión de dicho ejercicio de la maternidad, al que consideran en gran medida causante de su debilidad. Hay pues, que seguir teniendo hijos (porque en el fondo sigue resultando –el hijo– un elemento gratificante para el propio narcisismo), pero, ojo ¡con ejercer de madres! Ojo ¡con dejarse atrapar en ese "callejón sin salida" que supone criar–cuidar ese hijo! Ojo ¡con representar un lugar insustituible, con ser una madre que permite y goza la simbiosis de su hijo/a! y ¡con sensibilizarse a las necesidades de su bebé y sucumbir...!

El objetivo (saludable para la mujer) para los niños/as que seguirán naciendo en "este mundo enredado, de sexos enfrentados", y poco a poco para toda la sociedad, el objetivo de los profesionales de la salud sería otro: el favorecer en la propia mujer, en el propio hombre, en los niños/as que crecen y se forman, en la sociedad en general (en cada una de sus más mínimas partes) la defensa de las funciones íntima e inseparablemente unidas de la maternidad y la paternidad (cada una de ellas con sus particularidades propias, algunas sí están biológicamente determinadas, otras son idénticas y conlleva cuidados idénticos, la ternura, la presencia comprometida día a día).

Como hemos ido viendo anteriormente el mundo del psiquismo no interviene en los procesos de desarrollo primitivo del animal humano, y que las necesidades instintivas del feto, recién nacido, bebé, pueden ser satisfechas por la madre, que a su vez desarrolla una conducta de apego –Klaus y Kennell–, de vínculo –Bowlby–, urdimbre afectiva –R. Carballo–, que responde inevitablemente a un desencadenante instintivo de la madre, a partir de un funcionamiento hormonal (y esto es biología, no psicología).

"Durante el proceso de funcionalidad biológica de la fase oral primaria, propiciada por el aumento de prolactina y aumento de carga bioenergética fruto de la fusión de dos organismos cargados y abiertos, la función de maternage y dedicación casi completa a las necesidades del recién nacido y durante los primeros 4–6 meses, se pueden realizar sin agotamiento ni irritabilidad, aunque para ello es fundamental la presencia y el apoyo del partner y de alguna otra persona cercana. El instinto maternal es por tanto un fenómeno biológico–temporal, que tiene una función parcial, pero vital: la de facilitar el cuidado de la prole. Como todo hecho biológico, está condicionado por la cultura del sistema social en que vive la mujer, esto provoca particularidades y alteraciones, según la estructura de carácter de esta". (Serrano, 1989).

Este "instinto" de satisfacción de las necesidades vitales del recién nacido, surge vinculado pues, al desarrollo de la crianza (Intra–Extrauterina), no antes. No responde ni es equiparable al deseo de ser madre, que puede o no aparecer y ante cuya ausencia, si se da el embarazo, debería ser totalmente libre la elección del aborto. Este instinto, que coloca a la mujer, a la nueva madre en un estado de continua respuesta a la demanda de su bebé, implica un funcionamiento biológico–visceral; emocional–límbico y psíquico–cortical. Pero qué duda cabe que está condicionado por la coraza de la propia mujer, y por las limitaciones básicas que impone precisamente dicha estructura de carácter, como por ejemplo la deficiente o distorsionada autopercepción de modo tal que, en la actualidad la mayoría de mujeres tiene serios problemas de "contacto" con su propio cuerpo, sus sensaciones, su función instintiva sexual, y su función instintiva parcial "maternal". Cuando no es así, lamentablemente la cultura (consejos profesionales y/o familiares, vecinales, etc.), aplasta generalmente los impulsos de aquellas mujeres que “viven” esa tendencia natural y conectan con su hijo/a estableciendo esa relación vincular de la que hablábamos antes y evidentemente la figura del padre adquiere su funcionalidad, necesaria también desde el principio. Pero entrar en este tema nos ocuparía otro capítulo.

Decir que la maternidad maternage, es una forma de dominación sobre la mujer y, reconocer a la vez, que es indudable la necesidad de simbiosis con la madre (y necesidad implica básico para la vida) en el bebé, en un período en que no existe para él separación yo–no yo: es una contradicción dramática que debemos resolver urgentemente. Sabiendo como sabemos (aunque a veces “convenga olvidar”), que el resultado de los sucesivos episodios de ausencia en el período anterior al período de separación – individuación (del que habla Mahler) supone en el bebé facilitar el desarrollo de una estructura psicótica o borderline.

El cambio social tiene que venir, esencialmente, desde los medios de comunicación e información, y no me refiero a los profesionales del periodismo, aunque también tienen su función en este sentido. Queremos referirnos, ante todo, a los profesionales de la salud y educación, psicólogos/as, maestros/as, ginecólogos/as, comadronas, pediatras y médicos en general, etc., quienes tenemos la responsabilidad de una repercusión social enorme, que puede ser reafirmante o transformador del orden socio–cultural dominante. ¿Somos conscientes del grado de desconocimiento que hay en nuestra sociedad acerca de los procesos vitales (físicos y emocionales) de los recién nacidos, de las necesidades básicas de niños/as y adolescentes para desarrollarse sanos, independientes, con una madurez yóica suficiente? ¿Lo somos de las dificultades para amar de los adultos, que generan continuamente "como un río que no cesa" nuevos individuos incapaces de amar, y por tanto infelices, y portadores de nueva destructividad social, cada vez con nombres y formas renovadas, pero siempre con idéntica disfunción de la capacidad de goce y de alegría? Quien no lo sea, que abra los ojos, que se informe, que lea, que busque dentro y fuera de sí la forma/s de romper el silencio. Hay que asumir la responsabilidad que nos confiere nuestra función, eso implica: ser coherentes con nuestro trabajo de sanar, orientar, ayudar a crecer, recuperarse a sí mismos. Empieza por ver realmente las necesidades de fondo, y desde nuestra intervención directa con individuos o grupos, hacer llegar a la población:

a) El conocimiento de la existencia de las necesidades reales, en contraposición a las necesidades secundarias, a las que se presta toda la atención.

b) Los factores de cambio, que irán haciendo posible cubrir dichas necesidades. Entre ellas:

– La asistencia al embarazo–parto–lactancia, respetando a la mujer, a la familia y su realidad, valorando la función de la crianza.

– La educación basada en el respeto a la maduración psicosexual de los niños/as y adolescentes, fundada en el reconocimiento de las diferencias sexuales y no de roles y géneros femenino–masculino; donde de forma real (sin artefactos falsos) las mujeres y los hombres desarrollen sus potencialidades naturales (biológicas, psíquicas, sociales).

– Ampliación de la Baja Laboral por maternidad y paternidad, y reincorporación paulatina al trabajo.

– La incorporación en toda área laboral, de espacios de encuentro madre–hijo/a, a lo largo del período de lactancia prolongada (que favorezca el desarrollo autorregulador y la capacidad de independencia del infante), donde serán atendidos por un asistente fijo y para un grupo de como máximo 4 niños/as) y hasta la edad de ingreso en escuelas infantiles (permitiendo que la periodicidad de cada encuentro lo regule exclusivamente la díada madre–hijo/a, según el caso).

– La demanda por parte de padres y madres de escuelas infantiles con asistencia adecuada a las necesidades y el respeto a su hijos, etc.

 

Que cada lector/a incorpore todos aquellos factores de cambio que, basados en el respeto al sujeto humano, faciliten realmente y sin tanta demora un vuelco en nuestro actual "orden", pero sobre todo, pongámonos ya a hacerlo nosotros. Las nuevas leyes sólo podrán ser el reflejo del cambio de la estructura de pensamiento de la gente, de la agresividad y el valor propios de sujetos con una mayor autoescucha y confianza en sus medios para cubrir sus necesidades de vida.

Nos damos cuenta de que estamos sumergiéndonos en estas líneas en un manifiesto reivindicativo que excede el objetivo del capítulo, no obstante nos ha servido para ilustrar, algunos ejemplos de las actuaciones que consideramos directas y concretas (de muchas de las que habría que detallar) y cada cual en su área de asistencia social, podemos ir actualizando sin demora.

Ayudemos a la gente a ser más reivindicativa, segura de su derecho a serlo y la vida humana se humanizará.

Y ya que empezábamos por hablar de la mujer, creemos que gran parte de la población femenina se ha vuelto reactiva a la maternidad, debido a que la sociedad, con sus impedimentos laborales a las madres, con su falta de reconocimiento a esa función biológica y social, básica para la Humanidad, se lo ha ido haciendo sentir. Salgamos del error.

La mujer es un animal humano, biológica y sexualmente definido con un funcionamiento hormonal, sensible, psíquico y social, que establece diferencias concretas, obvias, admitidas, muy valiosas e innegables, con el hombre, con el cual no necesita medirse. No es más ni es menos: Es. No es inferior (porque no tenga pene), ni es superior (por la competencia que le confirió su identificación femenina). Sus facultades creativas, emotivas; sus posibilidades de realización personal y social, su grado de representatividad, sus valores sencillamente SON. Y esto significa que es inútil perderse en interpretaciones aberrantes de las que abundan en parte de la bibliografía psicoanalítica clásica, en la irracionalidad machista (que transmiten hombres y/o mujeres en la educación de cada nueva mujer), en una sociedad defensora de valores llamados "masculinos", por cuyo error hemos ido cayendo en muchas de nuestras miserias actuales.

Pero después de defender el derecho a la viva experiencia de la maternidad, hay quien se formulará este tipo de cuestión: ¿Feminidad y maternidad, están inequívocamente unidas? ¿Es que el "ser mujer" se completa siendo madre?, y sin duda tal formulación vendría acompañada de cierta dosis de indignación; claro que no. La maternidad debería ser una elección totalmente libre y feliz, que respondiera a un deseo natural de dar vida, por parte de una mujer, que coincide, en el tiempo con un deseo similar al del hombre al que ama.

La maternidad es una potencialidad más de la mujer, como la paternidad lo es en el hombre.

Las muchas potencialidades humanas (en absoluto sexuadas) merecen toda la atención y desarrollo posibles, por parte de la mujer y con ello me refiero, claro está, al desarrollo de las capacidades creativas, amorosas, lúdicas, intelectuales, tomando en la vida y en el mundo circundante el lugar que le corresponde por derecho, un derecho no sólo legal, también natural puesto que estar dotados/as de una vida y unas potencialidades de crecimiento humano y de conocimiento es suficiente para ello o debería serlo. En este punto, no podemos dejar de reflejar nuestra admiración y reconocimiento hacia la lucha feminista. Es decir, la de la mujer no enfrentada al hombre, sino al sistema, y el sistema lo componemos todos/as, lo hemos configurado tal cual es, lamentablemente, y como responsable reconocemos únicamente al entrampamiento caracterial (y ahí, factores "masculinos" – "femeninos" han hecho su parte).

A este respecto Marie Langer hace una reflexión muy clara:

"Antaño la sociedad imponía a la mujer severas restricciones en el terreno sexual y social, pero favorecía el desarrollo de sus actividades y funciones maternales. Las consecuencias de estas restricciones fueron la gran frecuencia de la histeria y otras manifestaciones psicosomáticas en la mujer. Sin embargo, parece haber sufrido relativamente poco de trastornos psicosomáticos en sus funciones procreativas. Actualmente el cuadro ha cambiado. En este último siglo, la mujer de nuestra civilización ha adquirido una libertad sexual y social totalmente desconocida impensable tres generaciones atrás. En cambio, las circunstancias culturales y económicas imponen graves restricciones a la maternidad. Como consecuencia de esta situación disminuyen los cuadros neuróticos típicos y ya no se encuentra más la "grande histerie", pero aumentan en forma alarmante los trastornos psicosomáticos mencionados". O como dice después "Nuestras abuelas, a la vista de un ratón, se subían a una silla; pero generalmente no tenían dificultades para amamantar a sus hijos, mientras que actualmente, las jóvenes saben manejar antes ambulancias y hasta aviones, pero frecuentemente no saben alimentar a sus criaturas o renuncian de antemano a esta tarea.” (Langer, 1978)

Creemos que las mujeres de hoy tendríamos que aspirar a la realización de todas nuestras funciones con pleno disfrute y responsabilidad, esto nos hace más mujeres y más humanas. Sabemos conducir coches y aviones, sabemos enseñar y construir, sabemos y podemos "estar ahí" en lo social y cultural, sin tipo alguno de inferioridad real. Queda demostrado.

La debilidad intelectual de las mujeres y su inevitable y "normal" envidia del pene, que necesariamente, nos hace inferiores para siempre según decía Freud (el Freud de los primeros tiempos, pues él mismo acabó reconociendo que no comprendía a las mujeres), es una realidad relativa no generalizable. Eso supone confundir las evidencias surgidas del desarrollo neurótico de la mujer de nuestra cultura, con la realidad ineludible, sin esperanzas. La experiencia clínica demuestra la resolución de los conflictos Edípicos que están en la base. Y la experiencia con la profilaxis muestra un cuadro bien distinto en la evolución psicoafectiva de las niñas.

Falta pues, en nuestra opinión, plantarse cara al mundo, en cuanto mujeres reivindicadoras del derecho a una sana y grata maternidad. Gozar como madres (las que deseen serlo), y ayudar a gozar de la vida a nuestras hijas/os (futuras mujeres y hombres que harán un mundo más feliz y menos hostil).

Resulta interesante aludir a las distintas formas de vivir la maternidad y la feminidad en la realidad del "Ser Mujer" de las distintas culturas. Remitimos a las lectoras/es a los escritos de M. Mead, B. Malinowsky y otros antropólogos de rigor, ya que aquí nos extenderíamos demasiado. Por otra parte, cada vez estamos más convencidos de que es aquí donde la mujer de nuestra sociedad puede encontrar poco a poco la forma de armonizar sus potencialidades biológicas y socio–culturales de manera saludable.

Creemos en la mujer Universal que está siendo cada día más presente y más fuerte en el mundo, y en el crecimiento del "ser mujer" en toda su complejidad, que occidente puede albergar cada vez más. ¡Queda tanto camino!, y es tan importante pararnos ("sentirnos más"), a conocer las limitaciones que nos impone nuestro carácter, el cual nos conduce a representar tantos roles encubridores, compensadores, ajenos a la Vida. Y creemos que precisamente la revolución integral de la mujer en el desempeño de las funciones biológicas, psíquicas y sociales que elija, sienta las bases fundamentales para una verdadera y paulatina revolución social donde los valores, los logros, los objetivos de salud, educación, convivencia, progreso, se irán transformando a favor de un equilibrio holístico de la vida humana.

    

    

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